Una amiga coach y experta en mentoring me ha hecho llegar estos días un artículo precioso titulado Mentores del talento: Una posible historia de transformación educativa.
Este artículo del que os adjunto el enlace: «Mentores del talento una posible historia de transformacion educativa» me ha hecho recordar algunas cosas sobre nuestra tarea como docentes.
Siempre me he sentido (y creo que es sentimiento compartido) más educadora que profesora; a lo largo de todos estos años de profesión, he tenido que hacer muchas veces de “paño de lágrimas”, de confesora, de psicóloga, de animadora, y de muchas cosas más que, en clave de un humor un tanto amargo, recoge Forges. Quienes nos dedicamos a la educación sabemos que es así; en los últimos años nuestra labor se multiplica y la sociedad nos demanda, cada vez más, tareas para las que no hemos sido ni formados ni preparados y, todo ello, a un ritmo vertiginoso que muchas veces se traduce en una sensación de “no llegar”.
Es verdad que el hecho de que la educación pase a ser un tema prioritario en las agendas de los gobiernos y no un juguete político de poner y quitar, sería un punto de partida importante para revitalizar nuestro sistema y, sin duda, un pacto de Estado en este aspecto, contribuiría a estabilizar currículos y, en consecuencia, a estabilizar al profesorado, algo que, sin ninguna duda, repercutiría en positivo en nuestro alumnado y en la calidad de nuestra enseñanza.
Escoger ser docente no es una elección bien vista. En más de una ocasión he tenido que escuchar que alumnos y alumnas que acababan el bachillerato con unos expedientes magníficos “estaban locos” por querer hacer Magisterio, algún grado de Humanidades con un claro enfoque (que no solo) de práctica docente o una carrera técnica o científica para ser después “profes”. Cuando eso ocurre yo me pregunto si esos grados universitarios no deberían ser los más “duros”, los que tuviesen la mayor nota de corte, porque, al fin y al cabo, ¿no estamos poniendo en manos de esas personas el potencial futuro de un país?
Y ahí enlacé con el título de ese artículo que os cito al inicio. Es un hermoso cargo ese de ser “mentores del talento”. En un momento como el que estamos viviendo, en el que las profesiones de muchos de nuestros chicos y chicas aún no se han inventado, nuestra tarea fundamental es la de ser instrumento, ser acompañantes, porque ahora, más que nunca, debemos inspirarles y facilitarles su aprendizaje, enseñándoles a trabajar en equipo, a potenciar su inteligencia emocional, a tolerar la frustración y a muchas otras cosas que van más allá de nuestros conocimientos en lengua, matemáticas o plástica.
Me gusta ese título de ser mentora del talento, espero que quienes me estáis leyendo queráis también hacerlo vuestro.
Gracias por tanto
p.d. Esta imagen se la hemos cogido prestada al grandísimo Antonio Fraguas «Forges»