Llevo tiempo sin escribir, pero la verdad es que estas vacaciones de Navidad han sido, cuanto menos, intensas.
He tenido el placer y el honor de asistir durante tres días a mi primera reunión de trabajo con la Fundación Trilema que preside Carmen Pellicer.
Han sido tres días en uno de los colegios que dirige la Fundación y que está en Soria, llenos de aprendizaje, de conocer a mucha gente estupenda y de muchas emociones.
Me gustaría, en la entrada de hoy, hablaros de la Inteligencia Ejecutiva, campo en el que José Antonio Marina y Carmen Pellicer están trabajando y desarrollando nuevas teorías y formación.
Ya durante el verano tuve la oportunidad de leer el libro de José Antonio Marina y de Carmen Pellicer, La inteligencia que aprende. La inteligencia ejecutiva explicada a los docentes de la editorial Santillana, libro en el que podréis encontrar toda la teoría desarrollada y en la que se explica cada una de las funciones ejecutivas de la inteligencia y cómo desarrollarlas y aplicarlas al aula.
En la revista de Cuadernos de Pedagogía de abril de 2015 apareció un monográfico sobre la inteligencia ejecutiva. Varias personas de la Fundación Trilema escribieron artículos en los que, además de la descripción de las funciones, se habla de cómo poder incluirlas en nuestra práctica docente diaria.
Estos días en Soria trabajamos con dos de esos artículos, uno de la propia Carmen Pellicer y otro de Teresa Puchades (más centrado en Educación Primaria), si queréis empezar a acercaros a conocer qué es la Inteligencia Ejecutiva y su aplicación os recomiendo que os hagáis con ese monográfico de Cuadernos de Pedagogía y con el libro que antes mencionaba.
En síntesis, la Inteligencia Ejecutiva pone el énfasis en el autocontrol, la autorregulación y la autogestión. Atendiendo a la definición de Marina y Pellicer: la inteligencia ejecutiva nos permite recuperar, si no la idea, al menos la función que designaba el antiguo concepto de voluntad. Tiene una ventaja: no concibe la voluntad como una potencia ajena a la inteligencia, sino como lo que define la inteligencia humana. Lo que la separa de la inteligencia animal es su capacidad de autocontrolarse, de autorregularse. Preferimos utilizar la palabra autogestión para indicar que se trata de organizar y de negociar con una instancia que trabaja a su aire. (1)
Esa autogestión se configura gracias a la colaboración de lo que se denominan funciones ejecutivas.
Las funciones son 11:
- Activación cognitiva
- Dirigir la atención
- Gestión de la motivación
- Control de la impulsividad
- Elección de metas
- Planificación
- Iniciar y mantener la atención
- Flexibilidad
- Memoria
- Gestión de emociones
- Metacognición
Cada una de estas funciones tiene su definición y su desarrollo. En el libro podemos encontrar los factores que influyen positiva y negativamente para la consecución de la función y también el diseño de nuestra intervención educativa centrándola en tres apartados: contexto, comportamiento y desafíos o retos.
A lo largo de próximas entradas continuaré dando pequeñas pinceladas de esta teoría y cómo llevarla al aula. Creo que este modelo pedagógico puede dar respuesta a muchas de las inquietudes de los y las docentes que están buscando una verdadera y profunda renovación educativa.
Imposible cerrar esta entrada sin darle las gracias a Carmen Pellicer y a la Fundación Trilema. Sentir que nuestra profesión está “viva”, que tenemos mucho que hacer y que decir es tan motivador y tan esperanzador que estas líneas se impregnan de esas ganas de cambiar un sistema educativo que muchas personas sentimos ya caduco.
Gracias por tanto
(1) MARINA, José Antonio y PELLICER, Carmen, La inteligencia que aprende. La inteligencia ejecutiva explicada a los docentes, Santillana, Madrid, 2015, pág 14.