Decía Nelson Mandela que la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo. Hoy, en medio de este caos en el que se está convirtiendo nuestro planeta, no he parado de recordar esta frase en la que tanto creo.
Quienes nos dedicamos a la docencia tenemos uno de los deberes más importantes para con nuestras sociedades: formar a las personas que en el futuro guiarán el mundo, trabajarán, construirán el mañana y creo que es nuestra obligación, más allá de impartir nuestras materias, que también, darles la formación suficiente y necesaria para ser personas críticas con lo que les rodea.
Aún no puedo creerme lo que ha sucedido en Estados Unidos, aún no puedo creer que me haya levantado con la noticia de que el futuro presidente de la gran potencia mundial sea una persona abierta y declaradamente racista, homófoba y machista (entre otras lindezas).
¿Qué le ha sucedido a esa ciudadanía americana que le ha votado, que ha decidido que ese personaje sea su presidente? ¿Qué les ha llevado a tomar esa decisión? No soy ni socióloga ni analista política y no me corresponde a mí hacer ese análisis (lo de hablar de lo que uno/a no sabe lo dejo para otra entrada del blog), pero sí soy educadora y creo firmemente que lo puedan y deban hacer los sistemas educativos de cualquier país es, aún, tarea pendiente.
Ya hablé en más de una ocasión de que hay que dar ejemplo en el aula, que hay que formar en un espíritu de construcción de un mundo mejor, de una sociedad mejor y para eso, hay que empezar por intentar ser mejor persona cada día, y eso, nuestro alumnado necesita verlo también en las aulas. Nadie mejor que ellos para analizar y valorar lo que hacemos, con nuestros actos diarios, en clase.
Así que, desde nuestra pequeña- gran trinchera, enseñemos que hay que romper con la cultura del miedo, con la cultura del todo vale, con los estereotipos manidos y facilones que se nos venden desde algunos medios. No podemos renunciar a querer cambiar las cosas, me niego a enseñarle a mi alumnado que hay que resignarse; asumir decisiones es una cosa, resignarse es otra bien distinta.
Hoy toca asumir una decisión, pero yo no me resigno. Yo sigo creyendo que el mundo podrá ser un lugar hermoso, y quiero seguir formando a personas que también lo crean y luchen por ello.
Hoy lo he dicho en mi aula y ya veis, casualidades, justo ahora estamos viendo la épica…ironías de la vida.
Hoy les he pedido que sean héroes y heroínas, no seres mediocres o mezquinos.
Hoy, mirando todas esas caras, he hecho aún más fuerte la frase con la que comenzaba.
Quiero seguir queriendo cambiar el mundo. Quiero seguir educando.
Gracias por tanto.