Suelo estar dándole muchas vueltas a esta pregunta, es cierto que no es una cuestión nueva ni mucho menos, pero supongo que el proceso de renovación y cambio por el que estamos pasando en los centros escolares, unido a muchas noticias que se escuchan en diferentes medios de comunicación, me han llevado a plantearme esta cuestión de un modo amplio.
Partamos de la base de que soy una gran fan (permitidme la expresión) de las nuevas tecnologías; uso constantemente internet, el móvil y no me separo de mi portátil. Desde hace muchos años, creo firmemente en la incorporación y el uso de las nuevas tecnologías en el aula como un paso fundamental hacia la creación de una nueva pedagogía. Sin embargo, considero que, cada vez son más las personas que identifican al profesorado creativo con aquel que tiene una alta competencia digital y esa debería ser solo una parte más de la innovación o de la creación de un nuevo sistema educativo.
No cabe duda de que emplear nuevas presentaciones, nuevos modos de compartir, de comunicarnos, de corregir con rúbricas predeterminadas y un largo etcétera contribuyen a que nuestra metodología cambie, pero llega un momento en el que el profesorado, no formado a ese nivel en competencia digital, se siente desbordado y ese “agobio” provoca sentirse inútil y de ahí a la pasividad o a la falta de motivación por enseñar hay un paso.
Parece que solo quien tiene un gran dominio de la informática es capaz de hacer unas clases creativas y atractivas y quien no llega a esos niveles siente que su manera de enseñar es arcaica y no sirve. Algo de cierto hay en ambas cosas, pero creo que conviene pararse un poco y desmitificar.
No podemos ni debemos cerrarnos a incluir en nuestras clases nuevos métodos basados en el uso de las TIC, pero tampoco podemos pensar que, una vez hecho eso, está hecho todo. Nada más lejos. Podemos usar libros digitales, compartir archivos en drive y tener un montón de anuncios en nuestra carpeta de Google Classroom, todo eso no servirá de nada si el profesorado no empieza a recibir una formación paralela en otras cuestiones que, tal vez, estemos dejando en el olvido, corriendo, entonces, un grave peligro.
Podemos estar explicándoles un tema con diferentes recursos TIC, pero hay cuestiones que deben aprenderse desde el corazón. Una de las teorías educativas que más fuerza ha adquirido en los últimos años es que sin emoción no hay aprendizaje. Cuanta más implicación emocional haya por parte del alumnado, mayor será la motivación y las ganas de trabajar esa materia.
Es fundamental ayudar al alumnado a que entienda qué siente y sepa identificar sus emociones, eso sin duda, le ayudará no solo a comprender mejor, sino a saber mirar, de otra manera, el mundo y qué hace en él. Para mí eso es también pedagogía innovadora: trabajar desde las inteligencias múltiples y potenciar sus inteligencias inter e intrapersonales recurriendo a las competencias básicas, si a eso le uno las TIC el resultado será fantástico, pero para esas dos inteligencias a las que hago referencia, necesitarán un trabajo hecho con palabras, con gestos, con risas, quien sabe si con alguna lágrima y sobre todo, con mucho del profesorado y de ellos mismos y en eso no hay ordenador ni dispositivo que se pueda igualar.
Que no se nos vaya del horizonte esa formación del profesorado, que no se nos olvide que también necesitamos motivación, ganas de entrar en el aula a cambiar un poco el pequeño mundo que es cada hora de clase. Si conseguimos ese empuje será mucho más sencillo encontrar docentes con ganas de hacer cosas nuevas, con ganas de aprender más para enseñar mejor.
Las nuevas tecnologías aplicadas al ámbito educativo suponen un cambio radical de nuestras aulas y de nuestras metodologías y debemos prepararnos para enseñar a manejarlas de la mejor manera posible, no solo desde un punto de vista docente, sino también haciendo una constante reflexión con nuestro alumnado o con nuestros hijos e hijas. Entendiendo y haciendo entender la enorme responsabilidad que supone el uso de las redes sociales, la importancia de saber escribir un correo electrónico o qué blogs usar y visitar.
Tengo que reconocer que el negocio que hay montado con “los pequeños youtubers” como se les denomina, me da cierto escalofrío. Me asusta pensar que niños y niñas de 7 y 11 años tengan más de 44 millones de visualizaciones en su canal de You Tube y que ganen unas cantidades de dinero inimaginables para muchas familias incluso con dos sueldos. Más allá de esa cuestión meramente económica, lo que me parece preocupante es que esos niños y niñas asuman que las cosas son siempre así de fáciles y que, a simple golpe de teclado, puedes ganar miles de euros. Algo tan efímero, algo tan pasajero, debería ser un asunto, como mínimo, para tratar con cautela y no con tanta frivolidad.
No es este un tema para un solo artículo, las nuevas tecnologías en la educación, en el más amplio sentido de la palabra, dan para mucho, pero si he llegado a una conclusión inicial es que, en estos tiempos, tal vez lo más innovador sea que nos enseñen a enseñar como sentir y como sentirnos.
Puede que así estemos un poco más preparados para este futuro que se empeñan en calificar de incierto.