El otro día, en la entrevista que me hicieron en la Cadena Ser, me preguntaban si un alumno o alumna podía cambiarnos la vida a quienes nos dedicamos a la enseñanza.

Mi respuesta fue un rápido sí, de esos que no están meditados, sino que salen de dentro, del corazón. Respondí que tenía una lista que podía ser interminable porque cada año se hacía mayor con chicos y chicas que se incorporaban a ella.

En aquel momento, pensé en muchos nombres propios con sus sonrisas y sus lágrimas, con sus éxitos y sus caídas (no fracasos) y en tantos y tantos momentos compartidos en el aula, en excursiones, en convivencias, en fiestas, en Semanas de las Artes, en viajes…

Así es. Un recuerdo hermoso, lleno de cariño que, indudablemente, te cambia la vida porque te cambia por dentro.

Sin embargo, esta idea que apareció el miércoles en aquella pregunta de la periodista de la Ser, cobró otro sentido estos días en el Congreso Educa Abanca y en la entrega de Premios Mejor Docente de España 2017.

Cobró otro sentido porque he estado allí porque mis antiguos alumnos y alumnas así lo quisieron, porque creyeron en mí, porque me apoyaron, me levantaron y me sostuvieron , porque, en un gesto, en un click, en un correo electrónico, cambiaron un poco mi vida .

He vivido, aprendido y sentido muchísimas cosas a lo largo de estos tres días. Montaña rusa de emociones que creo que aún no he asimilado, y todo gracias a que esos chicos y chicas , cuando vieron el concurso, creyeron que yo era merecedora de una distinción así.

Me ha cambiado la vida porque, gracias a este premio, la profesión docente se ha hecho un poco más visible y he gritado a los cuatro vientos lo feliz que me hace y cómo nuestra sociedad debe valorarla en su justa medida, que es mucha.

He tenido una constante sensación de gratitud desde que ha comenzado todo esto. No puedo dejar de dar las gracias a las familias que me apoyaron, que también han sido muchas, y a la mía por estar siempre ahí y por soportar mis desvelos, mis preocupaciones, mis mil cursos, mis otros mil libros y mis ideas y proyectos.

Gracias también para la organización de EDUCA y para el Congreso. Vengo con una libreta casi acabada de tantas notas como he tomado y esto renueva y alimenta mi profesión y a mí misma.

Puede que sí, que es verdad aquello de que la vida nos puede cambiar en un instante. Esta vez, mis chicos y chicas (porque son un poco míos) han querido cambiármela un poquito. ¡Y vaya si lo han hecho!

Ahí está descansado mi premio con Don Quijote y Sancho detrás para que nunca me olvide de la utopía, la libertad, las ganas de cambiar el mundo y recuerde las palabras como lo hermoso que nos construye por dentro.

Gracias por tanto. Os quiero.

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