Me enamoré del teatro antes de cumplir 18 años. Lo hice una tarde creo que del otoño del por entonces COU, cuando fui a ver Las Comedias Bárbaras de Valle Inclán al teatro Campoamor. Apuesta arriesgada la que en aquel 1991 o 1992 hacia la Compañía Dramática Nacional porque representaban, de seguido, las tres comedias, lo que suponía unas 6 horas sobre el escenario.
Recuerdo con nitidez el éxtasis, el entusiasmo, cómo vibré con la obra, con la escenografía, con la actuación, en definitiva, con el teatro. De ahí vinieron después escarceos de aficionada en el grupo de Teatro Universitario y algunas actuaciones más cuando me juntaba con quienes estaban, como yo, descubriendo la literatura y su magia. Me había enamorado y lo había hecho perdidamente y cuando una se enamora así ya no olvida ese gran amor nunca más, tal vez por eso mis estudios e investigaciones, tiempo después, tomaron el teatro como punto de partida, como lugar conocido del que se sale para regresar más sabia y más fortalecida.
Pasaron los años y contagié, siempre que pude, mi amor a mi alumnado, a mi familia, a mis amistades. Por supuesto, cuando he tenido oportunidad, del modo que sea, actúo porque el escenario siempre me ha llamado y cuando acudo a él me acoge y me abre las puertas con cálida bienvenida.
Sirva este preámbulo para situarnos, casi como a modo de acotación, en la escena que quiero contar hoy.
Por esas cosas de la vida y las vueltas que da, hace unos días tuve la oportunidad de acudir al ESAD de Asturias para hacer una visita, conocer el centro, a su alumnado y profesorado y ver puntos en común sobre educación.
Imposible haber tenido mejor acogida, imposible haber llenado con más emociones las horas que allí estuve. Cada aula, cada clase en la que entrábamos era especial. Tienen un espacio mágico y se nota que lo saben porque se respira esa atmósfera en cuanto estás allí más de un minuto.
Muchas veces, a lo largo de mi visita, pensé en cómo siguen siendo de desconocidas y de menospreciadas las artes y el poco cuidado que se les da. Aquellos chicos y chicas en aquellas aulas, con su profesorado, estaban generando magia porque de eso va el teatro y la música y la literatura y la pintura y la danza o cualquier otro arte que queramos añadir. Va de ser más humanos, de sentir, de amar, de entregar…
Además de ver aulas y colarme entre bambalinas, sentada al fondo, viendo los ensayos, también tuve la oportunidad de conversar con parte del profesorado y ver cuántos puntos teníamos en común y cómo podíamos generar sinergias que nos ayudaran a crecer y a mejorar. Ya he hablado de la importancia que tiene para mí el trabajo en red, este encuentro es un magnífico ejemplo de personas que aúnan sus fuerzas porque sienten que tienen cosas para compartir, para dar y contribuir y eso tiene una fuerza enorme, imparable. De nuevo, la magia.
De una cosa, sale otra y de ahí vino la invitación a ver los trabajos finales del alumnado de 4º Curso. La representación en el Teatro de la Laboral de Divinas Palabras y de Fuenteovejuna. “Hasta completar aforo” decía la invitación y para mi gratísima sorpresa, el sábado de la final de la Champions, el teatro de La Laboral estaba a rebosar.
Recordé porque hace ya unos cuantos años, me había enamorado de todo aquello, de la atmósfera que se genera, del ambiente que se crea y de todo lo que se aprende cuando se va al teatro.
No haría justicia si pongo que las dos representaciones fueron magníficas y vibrantes. No haría justicia porque el teatro no se cuenta, se vive; pero, aun a riesgo de quedarme corta y no recoger el esfuerzo, los ensayos, las ilusiones, las desilusiones y el punto y seguido a cuatro años de estudio, sí que lo fueron.
¡Qué importante sería retomar la educación teatral en los centros educativos! Soy optimista, sé que hay muchos centros en los que tienen actividades extraescolares de teatro y que cada vez es más numeroso el profesorado que incorpora obras de teatro o pequeñas representaciones a sus productos finales en el aprendizaje basado en proyectos, también sé que se emplea como terapia porque ayuda a trabajar habilidades sociales y que se está retomando como una actividad importante desde el punto de vista educativo por todos los beneficios que aporta.
El teatro fomenta el trabajo en equipo, la toma de decisiones, el liderazgo, la organización, el esfuerzo, el cuidado de la palabra, el respeto por el trabajo de las demás personas porque todas hacen un todo, es, en definitiva, una actividad que nos ayuda a crecer como personas. Cualquiera de estas cuestiones es clave en estos procesos de renovación de la enseñanza en los que estamos trabajando tantos miembros diversos de la comunidad educativa, sería bueno recuperar una tradición que en las escuelas de otros países se sigue manteniendo viva, se cuida y se valora.
Tengo que finalizar con un enorme gracias a quienes me invitaron y me llevaron a su lugar mágico. Gracias por compartirlo conmigo. Ahora el camino es común.
Foto de Vince Gaspar en Unsplash